La reciente polémica suscitada por la homilía del Arzobispo de Santiago durante la Ofrenda al Apóstol ha removido en mí una preocupación que viene asediándome desde hace tiempo. Preocupación seria por un punto que marca de manera muy decisiva el estilo de presencia de la Iglesia en la sociedad y por el modo de presentar su mensaje ante la misma. No es, por supuesto, el único factor, ni mucho menos. Pero me temo que de él nacen consecuencias muy graves tanto para ella como para la sociedad
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