En los procesos de formación de la ciudadanía en hispanoamérica, el caso argentino se destaca por el vasto y prolongado consenso que se generó en los sectores dirigentes alrededor de la política inmigratoria. Así, el extranjero ha cumplido un rol fundamental en ese proceso, no sólo por la efectiva incorporación de población europea verificada en los finales del siglo XIX, sino porque la inmigración fue considerada en nuestro país como un instrumento esencial de la creación de una sociedad y una comunidad política modernas.
En este trabajo se analiza el concepto de extranjero en su dimensión política, es decir, como el "otro" del ciudadano, proponiendo una interpretación del desplazamiento de su figura, en el discurso político de las élites, desde el ideal civilizador de los proyectos de la generación del 37 al extranjero "real" sospechado y criminalizado como portador de ideologías y prácticas disgregantes en las leyes de Residencia (1904) y de Defensa social (1910).
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