El análisis de las virtudes en Roma sirve para comprender no sólo la peculiar concepción de la religión romana, sino también los elementos esenciales que van a configurar la imagen del princeps. El culto a las virtudes se convierte en la época imperial en un culto al máximo dignatario del Estado Romano. A través de una serie de virtudes que el emperador detenta se elabora, formaliza y unifica una visión de éste en todo el Imperio Romano, favoreciendo, de este modo, una estructura político-ideológica unitaria.
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