Una constante en la evolución de la escritura poética de Pier Paolo Pasolini es la de la muerte en su dimensión mítica, que conforma y posibilita nuevamente la vida, los ciclos vitales. La creencia de que todo cuanto muere vuelve a nacer transmutado está presente en la producción pasoliniana desde Poesie a Casarsa (1941-1943) hasta la reelaboración de dichos poemas y otros juveniles en La nuova gioventú (1974), aunque en la reescritura de algunos de los versos su clave poética es otra, o la misma amplificada, con la que gana significado en el terreno de una acción que se hace necesaria en la sociedad contemporánea: propone el mito -cualquiera- como elemento restaurador de una vida cuyo verdadero sentido desconoce el hombre moderno. Muerte y vida confluyen en La nuova gioventú, presentándose el principio como continuación del fin; y la luz y el agua van apareciendo cada vez más explícitamente en su escritura como elementos conductores de la muerte hacia la vida. La imagen de Cristo en la obra poética de Pasolini es el símbolo de su propia angustia vital, humana.
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