Este artículo analiza la evolución de la concepción del trabajo en la sociedad occidental desde la Edad Media hasta nuestros días. Tanto la tradición greco-romana como la judeo-cristiana legaron a la Edad Media una idea predominantemente negativa del trabajo. La Reforma y la Ilustración descubrieron el trabajo como vocación y fuente última de toda riqueza alumbrando la sociedad del trabajo, en la que éste se convierte en un valor positivo. Entre finales del siglo XIX y principios del XX esta nueva concepción caló en todos los estratos sociales. Con el progreso tecnológico y el advenimiento de la sociedad de consumo, el trabajo va perdiendo posiciones tanto en el plano estructural como (según se dice) en el subjetivo y se produce otro punto de inflexión. Sin embargo, investigaciones recientes encuentran que el trabajo sigue teniendo un significado profundo para mucha gente que va más allá de lo puramente instrumental; y sigue sin estar claro cuál puede ser el nuevo vínculo que conecte al individuo con lo colectivo en una sociedad que -según algunos- se caracteriza ya por el "fin del trabajo".
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