La calidad se ha convertido en algo omnipresente en el mundo actual. No solo es una exigencia de la actividad económica sino que los servicios públicos y la misma educación se ven sometidos a las crecientes demandas de los ciudadanos. Pero esta tendencia lleva también un cambio del significado tradicional del concepto que choca frontalmente con el pensamiento tradicional dominado por las culturas burocrática, política y optimizante de la mayor parte del siglo XX. El concepto de calidad se presenta ahora como externo, percibido y subjetivo, lo que pone el acento en la importancia de las personas como protagonistas de la actividad y el cambio. La educación, que tiene un componente casi absoluto de servicio se ve, por ello, especialmente implicada en el cambio de paradigma, que exige desechar muchas de las piezas tradicionales. Este trabajo analiza esta situación en la construcción de programas, aunque sus principios pueden ser aplicados en otros ámbitos.
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