Con la revolución de abril de 1974 se crean las condiciones para que el municipalismo portugués se organice democráticamente, y lo hace diseñando un modelo que, si bien resulta algo complejo, ha proporcionado una gran estabilidad a la actividad de las corporaciones locales. En el artículo, el autor pasa revista a las características de la vida municipal en Portugal y a su regulación jurídica, comenta las competencias propias de los municipios y sus mecanismos de financiación, y se manifiesta convencido de la necesidad de encontrar un marco de actuación menos centralizado que el actual.
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