Si bien la centralización del poder ha sido la característica predominante de las transiciones latinoamericanas, éstas también han propiciado la descentralización y la desconcentración del poder. Se trataba así de aumentar la participación política de las sociedades latinoamericanas en la elección de las autoridades locales y en la elaboración de las políticas más cercanas. Aquí sería fundamental que las elites nacionales y locales alcanzaran acuerdos para redefinir el aparato institucional y favorecer una verdadera descentralización. Este es, sin duda, uno de los desafíos para la consolidación de las democracias en América Latina. Unas democracias por las que la mayoría de latinoamericanos siente frustración, lo que se traduce en la ausencia de una cultura política democrática
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