Este ensayo analiza el papel que juega la fiesta patronal en los pueblos-aldea del País Vasco. Esta celebración puede entenderse como un ritual performativo, en el que se renueva el espacio y el tiempo de la vecindad. El autor analiza, desde una perspectiva semiótica, los diversos elementos simbólicos que convierten a los miembros de las vecindades rurales en comunidades de dependencia, de pertenencia y de permanencia.
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