Recurrir a las exageraciones no constituye una buena solución para casi nada. En la vida social y política, tampoco. Pero como estamos inmersos en un mundo mediático que valora la simplicidad y la exageración, es frecuente asistir al espectáculo de una actualidad desorbitada. Sucedió con la muerte de Juan Pablo II y el nombramiento de su sucesor, ocurre ahora con el embarazo de la Princesa de Asturias, continúa con las declaraciones excesivas de las autoridades eclesiásticas en contra de los matrimonios entre homosexuales y es un ejemplo permanente el tipo de oposición al Gobierno que realiza el Partido Popular. Rajoy prefiere alimentar los titulares de la prensa que hacer una crítica política constructiva y responsable.
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