Objetivo. Confirmar que la presión diferencial alta supone más riesgo de cardiopatía isquémica y valorar si también es factor de riesgo independiente de padecer un accidente cerebrovascular.
Diseño. Estudio longitudinal, analítico y observacional, retrospectivo de cohortes históricas.
Emplazamiento. Población urbana de aproximadamente 18.000 habitantes.
Participantes. Se incluyó en el estudio a 300 pacientes de 15 a 75 años de edad con hipertensión de 2 años de evolución o más, en los que constaban 4 o más determinaciones de presión arterial por enfermería (excluyendo urgencias) y que no habían padecido un episodio cardiovascular (ECV): coronariopatía, accidente cerebrovascular o vasculopatía periférica.
Mediciones principales. Se registraron los antecedentes asociados a riesgo cardiovascular: dislipemia, obesidad, tabaquismo, diabetes mellitus e hipertrofia ventricular izquierda, y se consideraron presentes si su diagnóstico precedía al del ECV. Se realizó una clasificación en 2 grupos en función del grado de presión diferencial: alta si superaba los 60 mmHg (pacientes expuestos) y no alta si era >= 60 mmHg o inferior (pacientes no expuestos). Se realizó un análisis por intención de tratar durante 10 años señalando la aparición o no de ECV como variable de respuesta.
Resultados. De los 300 participantes (un 73,3% mujeres), 150 se consideraron expuestos y 150 no expuestos. El análisis inicial mostró diferencias significativas entre ambos grupos respecto a la edad (p < 0,0001), presencia de diabetes (p < 0,0001) y de hipertrofia ventricular izquierda (p < 0,001). Tras la regresión logística, la odds ratio para padecer un ECV fue 2,38 (intervalo de confianza [IC] del 95%, 1,19-4,74) en el grupo de presión diferencial elevada. Para la cardiopatía isquémica la odds ratio fue de 2,84 (IC del 95%, 1,16-6,96) y para el accidente cerebrovascular, de 2,70 (IC del 95%, 1,09-6,68). Para arteriopatía periférica no hubo diferencias significativas.
Conclusiones. Se confirma la presión diferencial como factor independiente de riesgo cardiovascular y se apunta, a pesar de las limitaciones del estudio, la posibilidad de que también sea un factor independiente de riesgo cerebrovascular.
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