Cada maestrillo con su librillo. Y lectores todos. Por supuesto, Francia entera recibió el texto de la Constitución. Pero como el envío gratuito ¿en fin, pagado por el contribuyente¿ se hizo desear, los editores vislumbraron el filón. El 3 de mayo el propio presidente confirmaba, en la tele, que ¿los libros sobre la Constitución reinan en este momento en las listas de ventas¿. No contento con un promedio de dos páginas diarias durante dos meses y un especial, Le Monde lanzó su propio libro.
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