El problema de la sociedad chilena es la reconstrucción de una comunidad política nacional que pueda insertarse de manera autónoma en el mundo globalizado. Ello implica plantear un proyecto de modernidad que dé cuenta de la diversidad, la memoria histórica y la subjetividad de personas, grupos y colectividades. Para encarar esa tarea, la dividida izquierda debe ampliar su base política construyendo mecanismos y espacios que aseguren la representatividad y la participación ciudadana, algo que obliga a la Concertación a integrar a la esfera parlamentaria e institucional a los sectores de izquierda marginados por el aberrante sistema electoral.
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