Uno dividió toda la vida los periódicos en dos clases: los amarillistas y los demás. Los demás eran los "serios", es decir, los que uno leía. Pero a raíz del reciente escándalo de Bill Clinton y la cobertura de la muerte aparatosa de Diana de Gales, cabe preguntarse dónde se metieron los periódicos serios. Revistas tan circunspectas como Time y diarios tan reposados como The New York Times se lanzaron a ver quién era más estrepitoso. Total, lo de Clinton no pasó de ser un chisme de pasillo agrandado a crisis de estado por circunstancias picantes.
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