El periódico está condenado a muerte, según pronósticos recientes, y en su lugar surgirá otra forma de periodismo tecnológico. Hasta los directores de prensa han dicho que han de dejar el negocio de fabricar periódicos a favor de fabricar la información. Esta manera de pensar quita del periodismo una pasión por la tinta y el papel, materiales que dieron forma a la prensa. También quita el futuro de periodismo de las manos de periodistas y lo deja en manos de otros, los especialistas en la informática y en la confección, cosa necesaria cuando las noticias se convierten en algo tan árido como información. Diseñadores son artistas con valores ajenos al periodismo. Los tipógrafos honran el libro sobre todo y se esfuerzan para dar al periódico una pinta que parece más al libro. Ilustradores tienen el afán de convertir la página de prensa en un poster como los de Toulouse-Lautrec. Los que diseñan la infografía admiran a Minard y los diagramadores emulan a Mondrian. Las consecuencias son visibles en páginas que son una belleza, pero carecen de noticias acerca de la vida ordinaria. Sin espacio para un público más diverso, el periódico sí tiene que morir. La tinta y el papel son las claves del ritual de leer la prensa. Noticias en papel contribuyen a la memoria colectiva de una manera en la cual las formas digitales no pueden, por lo menos hasta ahora.
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