La fiesta del carnaval ha sobrevivido hasta la actualidad, y representa el emergente más genuino de lo popular. Resume todos los elementos de espíritu lúdico y festivo de las celebraciones populares más antiguas y que han desaparecido. Sin embargo ha ido evolucionando en los últimos años. La industria cultural ha hecho de él un producto definitivamente desacralizado, vaciado de sentido mítico. El carnaval se ha transformado en un artículo de consumo, en el que el espectador no es ya participante sino que queda relegado a la condición de observador pasivo, dominante en esta era de la cultura visual.
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