Se cumplieron recientemente los cien años de la venida de don Miguel de Unamuno a Salamanca. Al cabo de este centenario queremos rendir nuestro pequeño homenaje al rector del Estudio salmantino evocando las relaciones entre el escritor vasco y su tierra adoptiva. Por otra parte, sugerimos el aprovechamiento didáctico en el aula de un buen número de páginas de recuerdos, andanzas, visiones y querencias íntimas dedicadas por don Miguel a la ciudad y al campo de Salamanca. Niños y adolescentes de nuestra tierra pueden llegar a conocer literariamente a tan insigne escritor por medio de poemas y textos en prosa llamados a sellar con letras de oro la muy peculiar relación de Unamuno con los rincones y callejas de la ciudad, con las llanuras y cimas de su Castilla o con las verduras del Tormes. El autor de Niebla es también el hombre volcado en el paisaje que lo mece, el paisano que se lanza en busca de las gentes sencillas del campo procurando, al menos, su consuelo. Si la misión de despertar al dormido, ligada a obras mayores, queda especialmente reservada a los adultos, otros textos de don Miguel nos permiten llegar hasta los más jóvenes con versos y párrafos que hablan y cantan a los múltiples protagonistas de la intrahistoria. De este modo, podemos dar cuenta, con diligencia y sencillez, de un autor ilustre al tiempo que conocemos creaciones literarias concordantes temáticamente con la realidad que nos envuelve. La misma satisfacción halagadora que sentía Unamuno charlando con los viejos campesinos o leyendo a los gañanes consejas, cuentos y poesías, puede continuar en nosotros al proyectar en el aula sus estampas poéticas, su andanzas y visiones. A los deseos del rector de ser útil a la Escuela Normal de Salamanca, añadimos hogaño los nuestros propios de aprovechar pedagógicamente los lienzos literarios del poeta y paseante. Acaso, así, aprendamos todos a ver y sentir mejor los paisajes urbanos de la ciudad charra y sus campos abiertos.
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