El sistema impositivo chileno grava principalmente el consumo. En efecto, los impuestos indirectos recaudan en torno al 75% del total, y el impues-to al ingreso, que colecta el 25% restante, permite usar como crédito parte del ahorro neto del período, lo que lo aproxima a un impuesto al consumo. Ahora, el impuesto al consumo distorsiona la decisión ocio-trabajo, por lo que la alta tasa marginal máxima del impuesto al ingreso (45%) reduce el bienestar social. Además, el sistema presenta algunas características que disminuyen su eficien-cia: el ahorro que da derecho a créditos tributarios tiene límites; las utilidades retenidas en las empresas están gravadas y, por otro lado, existen créditos tribu-tarios injustificados. La complejidad del sistema aumenta el costo de cumpli-miento y facilita la evasión. Por ello, se propone reemplazar el actual impuesto al ingreso por la combinación de un impuesto a los flujos de caja de las empresas (IFC) con tasa única y un impuesto al trabajo cuya tasa máxima no debiera exceder a la tasa del IFC.
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