Habitualmente las aplicaciones deben ejecutarse en entornos ¿hostiles¿ que ponen a prueba su seguridad y estabilidad (ataques DoS, entradas de datos dañinas, etc). Contra esto, los desarrolladores debemos ser capaces de integrar, en el ciclo de vida de las aplicaciones, un modelo de amenazas que nos permitirá detectar estas situaciones límite para poder escribir aplicaciones con los niveles de seguridad adecuados.
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