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La nueva China en el nuevo equilibrio de poder regional

  • Autores: Rafael Bueno
  • Localización: Revista CIDOB d'afers internacionals, ISSN 1133-6595, ISSN-e 2013-035X, Nº. 48, 2000 (Ejemplar dedicado a: Miscelánea)
  • Idioma: español
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  • Resumen
    • El este asiático es, a menudo, descrito como la zona mas dinámica del planeta y, en estos planteamientos, el factor económico predomina esencialmente sobre los demás. Fundamentalmente, esto es debido a que allí se encuentra no sólo la segunda economía mas importante del mundo, Japón (y los llamados "dragones asiáticos", como la República de Corea, Taiwán, Singapur o Indonesia), sino que también se halla el gigante chino, que está llamado a ser el centro neurálgico de la Asia del siglo XXI. Asimismo, esta es también la zona que ha experimentado el desarrollo económico sostenido más importante jamás conocido, al menos hasta su súbito declive, posterior estancamiento y, hoy por hoy, parece que lenta pero estable recuperación.

      A lo largo de la historia, la búsqueda de la riqueza ha movido a imperios y países, y en especial a sus dirigentes, a luchar por adquirir un predominio que garantizase la consecución de tal fin o su perpetuación. Este intento de enriquecimiento y búsqueda de poder es lo que ha llevado a que en la actualidad las potencias más importantes con los ejércitos más poderosos (8 de los 10 ejércitos más grandes del mundo) estén jugando un papel fundamental precisamente en esa zona geográfica.

      Pero el este asiático es más que un centro de poder económico: es también el centro estratégico donde las actuales superpotencias se enfrentan más abierta y directamente. Esta circunstancia no es producto del azar, como tampoco lo es el que allí se puedan observar y sufrir los últimos vestigios de esa guerra ideológica que todos dábamos por concluida en 1989, tras la caída del Muro de Berlín y la posterior desintegración de la Unión Soviética. La anacrónica situación en Corea del Norte ha permitido que una página de la historia no pueda cerrarse y ha iniciado un nuevo capítulo que da paso a una nueva situación, en embrión desde el principio de los años noventa.

      El fin de la Guerra Fría ha traído consigo un cambio radical en el panorama internacional. Esta nueva era en la que nos encontramos está todavía en período de definición y formación, y la bipolaridad ha cedido paso a la multipolaridad y a la "multicivilización" (1) (Huntington: 1998). La rivalidad ideológica ha pasado a ser económica, la cual siempre estuvo latente. El resultado es que en la actualidad todo proceso económico en dicha zona no puede ser entendido aisladamente, siendo el factor militar y el estratégico elementos de un mismo sistema de relaciones exteriores. Por todas estas razones, en la época de la posguerra fría, las relaciones entre estados se han vuelto cada vez más complejas. En este contexto la emergencia de grupos regionales de poder ha demostrado la naturaleza multipolar de las relaciones internacionales de finales de siglo. El nordeste asiático ha sufrido gravemente este reajuste de la política mundial, y el país que sin duda está llamado a jugar un papel determinante en este nuevo contexto es "Zhong Hua Ren Min Gong He Guo" es decir la República Popular de China. Para algunos expertos como el profesor Robert Ross la situación en el este asiático sigue siendo bipolar, pero ya no es la Unión Soviética la que desafía al poder norteamericano, sino la propia China (2) (Ross: 1998).

      La emergencia de China se ha visto acompañada y favorecida por la desintegración de la Unión Soviética primero, víctima de sus propias contradicciones, y el declive del Imperio ruso después. Los Estados Unidos por su parte, garantes de la seguridad militar de sus aliados en ese área: Japón, la República de Corea y Taiwán, desean cada vez más reducir su presencia militar en la zona. No sólo por los enormes gastos económicos que esta protección de los interés de los aliados y, sobre todo, los suyos propios significan para el presupuesto estadounidense, sino también por el conflicto social que su presencia provoca. Por último, la península de Corea sigue siendo una bomba de relojería, que podría estallar y desencadenar una guerra en todo el nordeste asiático. A esta circunstancia hay que añadir la importancia de su enclave, vital para los intereses de las otras cuatro potencias y por la que se han enfrentado a lo largo de la historia pasada y reciente. El otro elemento que podría producir un conflicto general de consecuencias impredecibles es la antigua isla de Formosa, cuya declaración de independencia de la China continental sería el motivo que forzaría la invasión de Beijing.

      Esta aproximación a la nueva situación intentará dar una visión del papel de la nueva China en este apasionante e impredecible período de formación de un nuevo equilibrio de seguridad, en una zona que durante casi cincuenta años tuvo como potencias dominantes a estados no asiáticos, y que fue testigo del enfrentamiento directo de dos potencias nucleares: la República Popular de China y la Unión Soviética. Como sostiene Gerald Segal (3), "a parte del teatro europeo, ninguna otra pieza del mapa político posterior a 1945 es tan importante para el equilibrio global de poder o la prosperidad".


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