Carolien Rieffe, Mark Meerum Terwogt
Por lo general, los niños sordos son presentados como ¿cabezotas¿ o niños difíciles de manejar, al tiempo que se remarcan sus claras dificultades sociales. En este trabajo se argumenta que esta impresión puede deberse a los limitados medios de comunicación de estos niños en un entorno principalmente oyente. Al tiempo se comenta el impacto que estas limitaciones comunicativas poseen en el desarrollo de los niños sordos, y en concreto, en su competencia emocional. Estas limitaciones obligan al niño sordo a centrarse principalmente en los resultados de la situación, y a enfatizar sus propios deseos de forma repetida, mientras que parecen obviar los procesos que preceden a estos resultados y fracasan a la hora de clarificar suficientemente sus motivos. Estos hechos se reflejan también en sus respuestas ante situaciones de conflicto. Los niños sordos expresan su ira, pero no explican a su oponente porqué se sienten así, con lo cual no consiguen despertar respuestas empáticas en los demás. En general, puede observarse que los niños sordos presentan problemas a la hora de comprender el impacto que las emociones poseen en las relaciones interpersonales. Estos niños ignoran el efecto de sus propias expresiones emocionales, al tiempo que parecen ser poco sensibles a las emociones de los demás.
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