Se suele considerar La casa de los celos como una obra menor, debido a su aparente falta de coherencia. Este artículo propone una nueva lectura a partir del personaje denominado Espíritu de Merlín, encantador artúrico que permite, en último término, la elaboración de una serie de cuestiones filosóficas (tales como la búsqueda de conocimiento o el potencial del ser humano para influir en su entorno social) que funcionan como hilo conector entre episodios aparentemente no relacionados. A través de esta perspectiva, se busca demostrar que esta comedia es una meditación profunda y coherente sobre la condición del ser humano.
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