En este artículo analizamos el estado de las celdas del tribunal de Córdoba: las secretas, las perpetuas, la cárcel de familiares y la de mujeres. El mal estado de las instalaciones y las lamentables condiciones de vida de ministros y presos era generalizado. Ello se debía, en gran medida, a la propia desidia de los cuadros inquisitoriales para paliar la ruina arquitectónica de la sede, a la apropiación indebida de los fondos destinados a su mantenimiento, a las reformas incoherentes y a la concepción que se tenía en la época de lo que debía ser una cárcel. Un panorama desalentador que generó en los presos no pocas enfermedades, reacciones como la fuga, el negarse a comer, el fingirse locos, el intento de suicidio y, finalmente, la muerte.
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