Tras un breve recorrido por la evolución del miedo en la ciudad, se realiza una reflexión sobre la actual identificación entre seguridad y protección de la ciudadanía frente al crimen. En nuestro tiempo existe una increíble paradoja que consiste en que, frente a la dificultad que las ciudadanas y los ciudadanos tienen para identificar las fuentes reales de la inseguridad en las ciudades (y mucho más de reaccionar ante ellos), la criminalidad, que los mass media hacen visible cada día, y cuyo lenguaje resulta bien sencillo, aparece como el gran "cajón de sastre" en el que tienen cabido las inseguridades personales y sociales.
Ante la demando de seguridad ciudadana, dos son las estrategias principales que se están arbitrando: el refuerzo del sistema represivo-institucional y el incremento de la "defensa" privada de la seguridad. Ambos tienen un importante coste social y producen un modelo de ciudad "disciplinada", que poco tiene que ver con la seguridad urbana. Para producir seguridad real en las ciudades se hace preciso descriminalizar este concepto e incorporar decididamente en la gestión de la seguridad urbana a quienes son sus principales garantes, las ciudadanas y los ciudadanos.
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