Philip Gourevitch persigue al mal, o el mal lo persigue a él. Sus escalofriantes reportajes han tratado siempre de delatar la banalidad que suele desencadenar el horror. En su último libro, Caso cerrado (Alfaguara, 2003), y a través del mejor periodismo, sostiene que los genocidios en África y un vulgar asesinato en el bajo Manhattan comparten su raíz
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