Frente a Spinoza Leibniz se esfuerza por salvar la contingencia, al insistir en mantener una distinción lógica entre las verdades necesarias, que tienen su fundamento en el entendimiento divino, y las verdades contingentes, basadas en la voluntad divina dirigida por el entendimiento en la elección de lo mejor. Con ello pretende haber resuelto la gran cuestión de la libertad y la necesidad, uno de los laberintos en que nuestra razón se pierde. Pero la solución no convence a Arnauld.
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