El Mediterráneo constituyó una de las zonas preferentes para Inglaterra a partir de mediados del siglo XVII. Sin embargo, diversas circunstancias hicieron imposible que Tánger, cedida por Portugal en 1661, se convirtiera en el eje de los asuntos ingleses en la zona. Algo muy distinto ocurrió con Gibraltar, arrebatado a España en 1704. Mas allá de la reivindicación territorial y de la política imperial británica, Gibraltar se convirtió en un enclave comercial de rango internacional en el transcurso del siglo XVIII, aprovechando para ello su situación geográfica, su condición de puerto franco y su integración en la economía británica.
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