Luis Gómez Orellana, Pablo Ramil Rego, Castor Muñoz Sobrino, María José Iriarte Chiapusso
En los últimos 60 años los modelos propuestos para la interpretación de las condiciones ambientales a lo largo del Pleistoceno Superior Final han sufridos numerosos cambios determinados tanto por la adopción de nuevos conceptos científicos, como por la mejora de los métodos analíticos y sobre todo por un mayor número de registros disponibles. Del uniformismo ambiental y biogeográfico imperante a finales de la década de los ochenta, se ha pasado a incrementar el valor que las configuraciones de carácter local y regional, que afectan tanto al clima como a la composición y distribución de los ecosistemas terrestres; y por tanto a los recursos naturales renovables que el hombre pudo haber aprovechado en cada momento. A su vez, las configuraciones locales y regionales se integran en los modelos climáticos globales, elaborados a partir del estudio de isótopos y elementos traza obtenidos en depósitos con una gran amplitud cronológica y un ritmo de deposición conocido. La integración de la información paleoambiental a diferentes escalas temporales y espaciales obliga a rechazar, o en su caso limitar, la información paleoambiental que muestre un elevado grado de incertidumbre en relación al origen geográfico de sus componentes, o bien derivado de una tafocenosis heterogénea, o vinculado con una deposición intermitente o con mezclas de los distintos niveles.
© 2001-2024 Fundación Dialnet · Todos los derechos reservados