Este artículo plantea reparos a propósito del aspecto ético de la práctica comunicativa en el marco del ideal multucultural del arte como terapia, ante la pregunta por la indiferenica frente al sufrimiento como elemnto constitutivo de la subjetividad. Se denuncia aquí el a priori de una historia o cultura del dolor, tanto como un arte funcional destinado a enseñar la disposición multicultural para el cambio social. El asunto moral antecede a toda mediación abstracta de la cultura como dispositivo que suscita emociones. Y respecto a la relación dolor-significdo, se concluye que convertido el dolor en instrumento metodológico y concepto abstracto, se ofrece como objeto que disculpa la proliferación de discursos intelectuales, y horizonte interhumano que incentiva la producción de los discursos morales.
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