La revolución comunista rusa despertó inicialmente un gran entusiasmo en las organizaciones obreras españolas, de tal manera que en 1919 tanto el PSOE como la CNT se pronunciaron por la incorporación a la recién creada Internacional Comunista. Muy pronto, sin embargo, se puso de manifiesto la incompatibilidad entre la cultura política bolchevique y la de los dos grandes corrientes del obrerismo revolucionario español, que no tardaron en rechazar el modelo de dictadura establecido en Rusia. Sólo un sector muy minoritario de la militancia obrera se incorporó al nuevo Partido Comunista de España
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