El artículo investiga la suerte de la metafísica occidental a través del pensador que llevó al extremo la paradoja final, idealista de aquélla: captar mediante un pensamiento en el que sea anulada toda pretensión de "pensar por propia cuenta" un ser íntimamente unido a aquél, y más: identificado absolutamente con aquél, de modo que cosas, hombres y significaciones parezcan (y perezcan) anegadas en ese océano de indiferencia. La radical puesta en cuestión de esa lógica de la identidad por parte de Schelling lo llevará a los límites de toda filosofía, vislumbrando otro Inicio del pensar regido por el abandono y la abnegación -de un lado, del finito- y la peraltación del dominio por el otro -el del Señor del ser-. Quede en el aire si esa supuesta superación de la metafísica no supone más bien el cumplimiento radical de su esencia, y si esa Libertad que no admite sino la libertad de la entrega no está ya de antemano condenada a la soledad extrema y, por ende, a la propia consunción.
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