El amor, tema literario pero también filosófico, es una herencia cortés que rige, en la época de Jorge Manrique, un discurso literario de una gran sutileza y de un aparente rigor conceptual. Las palabras tienen un solo significado y no deben utilizarse fuera de él, como se requiere en cualquier código. Esa poesía presenta además una señal distintiva de índole social: todo caballero debe saber componer y debe ejercitarse en la técnica del trovar.
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