Los árboles y sus residuos naturales (follaje, hojas, ramas, tallos cortezas) así como los subproductos que genera su aprovechamiento industrial (virutas, serrines, líquidos de la industria de pasta y papeleras etc.), han sido y son una fuente de alimentos para los animales, sobre todo en épocas de escasez de hierba y de piensos concentrados. El valor nutritivo de los primeros varia mucho con la especie, la edad y condiciones de crecimiento y usufructo ; en los segundos, hay que tener en cuenta, además, las tecnologías en uso. En general depende de la proporción de materiales ligno-celulósicos y de la presencia o no de substancias antinutritivas naturales (taninos, polifenoles, etc.) o añadidas en el proceso industrial, aunque son necesarios más estudios de laboratorio (composición química y químico-bromatológica) y pruebas con animales para determinar su valor nutritivo (ingestibilidad, digestibilidad y utilización metabólica) y encaje en las raciones, así como los efectos sobre dicho valor de los diversos tratamientos, físicos, químicos y biológicos a que pueden someterse. Así mismo, conviene analizar hasta qué punto, la elaboración de estiércol artificial, la incineración o el procesamiento para la obtención de energía o materias primas para la industria, resulta una opción económicamente más favorable que el uso alimentario. Por último hay que tener presente el impacto ecológico de cada uno de estos usos, bajo la idea de que el mantenimiento de los ecosistemas supone un coste que hay que asumir en todo caso para su "sostenibilidad".
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