Entre los pueblos galos ¿y en la Céltica en general¿ el caballo fue un animal especial, no sólo por ser un símbolo de prestigio y de riqueza, sino también por su indudable valor religioso y ritual, apareciendo ¿de manera directa o indirecta¿ en las sepulturas y siendo sacrificado junto a otras especies domésticas en los santuarios, como Vertault (Côte d¿Or), o con el guerrero, poniéndolo a su misma altura, como sucede en algunos lugares de culto de Picardía como el conocido Gournay-sur-Aronde (Oise) o el llamado «trofeo» de Ribemont-sur-Ancre (Somme).
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