A partir del banquete Lemonnier (1883) y del retrato de Camille Lemonnier y de Edmond Picard, este artículo estudia la autonomización del terreno literario belga a finales del siglo XIX. Aprovechando este banquete, la nueva generación de escritores proclama su independencia con respecto a la esfera política. Tanto por la naturaleza del acontecimiento como por la elección del homenajeado, el banquete Lemonnier reviste un carácter emblemático y no puede ser reducido totalmente a la autonomía literaria y artística reinvindicada en Francia desde el Romanticismo. Si la historia recuerda el banquete Lemonnier como un acontecimiento fundador, podemos suponer que es en parte por el hecho de que en él queda resuelto el paradójico imperativo al que está sometido el escritor moderno, obligado a asumir su vocación de escritor pero al mismo tiempo constreñido a ejercer esta vocación fuera de la esfera literaria, en algún lugar del espacio público
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