El empleo selectivo que hace Francis Bacon de dos topoi antiguos, "La verdad es hija del Tiempo" y "La verdad brota de la Tierra", proporciona un caso típico de un autor renacentista que lucha por liberarse del control de una tradición científica estéril a la vez que promueve una "filosofía verdadera" ["philosophia vera"]. Bacon representa esta filosofía en ciernes como deudora de dos magnas potencias, el Tiempo (principio masculino) y la Tierra (principio femenino), ninguna de las cuales puede ser controlada ni por supuesto vencida por el esfuerzo solitario de un solo científico. La compleja urdimbre de lazos familiares que Bacon teje para la neonata llamada Verdad es susceptible de un interesante estudio psicoanalítico, desconstruccionista y feminista. En concreto, en mi análisis recurriré a los conceptos del romance familiar (Freud), la institucionalización del deseo del autor (Derrida) y la incertidumbre de la paternidad que asola al varón desde momento de la concepción (Ginsburg)
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