El autor analiza las repercusiones en la pobreza de dos clases de apertura: la comercial y la financiera. La primera se limita al libre intercambio y la segunda entraña el control de la política eonómica, la movilidad en el tipo de cambio y tasas de interés preferenciales. Los efectos de ambas en la pobreza son fundamentalmente distintos. La apertura en sí puede favorecer el crecimiento y contribuir a reducir la pobreza siempre y cuando se logre una inserción más fuerte en la economía mundial y se desarrolle el mercado interno. Ello requiere, ante todo, una redistribución de los ingresos que respete las leyes de igualdad
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