¿No es inoportuno hablar de cultura ante lo que George Steiner ha llamado la "derrota absoluta" que representa para la humanidad "nuestra familiaridad con el horror"? Pues "el arte, las preocupaciones intelectuales, las ciencias de la naturaleza, las numerosas formas de erudición, florecían muy cerca en el tiempo y en el espacio de los lugares de exterminio y de los campos de muerte" nazis. ¿No ha habido una "fractura entre la educación y la práctica política, entre la herencia de Weimar y la realidad de Buchenwald a algunos metros de allí"? La poscultura que representa Auschwitz ¿no ha instalado el Infierno de Dante "sobre la tierra"? Recordemos que Steiner reprochaba al ensayo de T. S. Eliot Notes towards a Definition of Culture, por lo demás tan notable, su "impotencia" para "afrontar el problema". Bosnia, Ruanda, Argelia, Kosovo y tantos otros lugares del mundo actual ¿no nos han hecho, también hoy, "familiarizarnos con el horror"? Prueba de ello es que a menudo "se rechaza incluso al que no hace sino hablar de él, como si -en la medida en que lo hace sin contemplaciones- se convirtiera él en culpable en lugar de los criminales", como lo hacía notar Adorno a propósito de Auschwitz1. Mucho mejor que de la cultura, ¿no deberíamos preocuparnos de la división del mundo en pueblos de hambre y pueblos de opulencia, de las clamorosas desigualdades sociales, de las odiosas formas de discriminación que hay en el interior de los países?
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