Los dirigentes políticos deben tener la capacidad de tomar el pulso de la realidad, analizar las demandas de los ciudadanos y articular los cambios necesarios, pero siempre evitando complicaciones superfluas, enfrentamientos y convulsiones. En la hora actual de España, parece que se han olvidado estas premisas y se hace caso a demandas y ambiciones particularistas que priman los intereses de sus territorios.
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