No nos interesa criticar al liberalismo como tal, sino a su versión caricaturizada: el neoliberalismo; por considerar que el liberalismo llevado al extremo se desvirtuaría, de modo análogo a como el exceso de placer se transforma en dolor. Hay un punto de inflexión o límites lógicos ¿como en casi todos los ordenamientos humanos¿, que sería conveniente y saludable que se respeten.
El neoliberalismo al casi abolir la presencia de los estados con sus naturales regulaciones, devendría también él una dictadura; una dictadura de los mercados, o más precisamente de quienes lo digitan y comandan.
Las corporaciones son omnipresentes, omnipotentes y omnisapientes, es decir, son como Dios, con la salvedad de que las orienten los más mezquinos intereses. Dada esta simple ecuación y visto la progresiva tendencia mundial a la concentración del capital, más aún del ya escalofriante nivel alcanzado. Estaríamos aptos entonces para practicar un poco de futurología: "el siglo XXI nos verá seguramente inmersos en un nuevo y sutil tipo de esclavitud: la ejercida por las corporaciones y multinacionales".
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