Europa ha sabido establecer una unidad de propósito, a la vez que englobar en su seno un diverso, pero complementario, conjunto de culturas. Al mismo tiempo, y para facilitar la concreción de este proyecto europeo, se han trazado fronteras a lo largo de lindes geopolíticas artificiales, separando tierra y mar, en la cuenca del mar Mediterráneo. Según la autora, las percepciones que prevalecen en los distintos contextos sirven para ilustrar la ceguera selectiva que la construcción geopolítica europea ha propiciado. Defiende, además, que la división que separa a Europa de sus vecinos del Sur es el fruto de la política y la historia, más que de una distinta "cultura", entendida y percibida ésta en su sentido más amplio.
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