Se justifica la necesidad de que los programas educativos, especialmente aquellos que pretenden generar cambios en los valores de los sujetos -como los que luchan contra la violencia de género-, incorporen su evaluación como una fase fundamental. Esta evaluación debe seguir un diseño complejo, caracterizado fundamentalmente por el consenso, la negociación y la combinación de evaluación interna y externa. Se analizan los beneficios que estos procesos pueden aportar al diseño de una avaluación que pretende y deba ser educativa.
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