Schönberg ha sido uno de los compositores más decisivos del pasado siglo. Su propuesta musical, su intento de buscar nuevos lenguajes para expresarla, su diagnóstico de la muerte de la música tonal, puede ser equiparado con la constatación nietzscheana de la ¿muerte de Dios¿, con la pérdida de todos los axiomas últimos e inamovibles que suministran valor al mundo y sentido a la existencia. Ambos desarrollaron una visión trágico-musical del mundo, que no pesimista; ambos se acercaron a la realidad desde la afirmación y la inocencia propias del artista, experimentando sus aspectos más disonantes con desconocida alegría y serenidad
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