La economía de la India presenta hoy en día dos caras muy distintas: una de gran dinamismo y creciente prosperidad, especialmente desde 2003, y otra en la que hay fragilidades sustanciales, grandes imperativos de desarrollo y, sobre todo, una pobreza todavía extrema. Es comprensible que el Gobierno de Nueva Delhi quiera destacar la primera y pasar de puntillas por la segunda, pero, para tener una visión apropiada del país, resulta obligado analizar conjuntamente las dos realidades.
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