A la vista de las dificultades, ¿merece la pena desarrollar un discurso a favor de la libertad social del cristiano que se dirija a alguien más allá del grupo de los ya convencidos? No sólo merece la pena, sino que no puede faltar; pero ese discurso es necesario sobre todo para los propios cristianos, que necesitan comprender a fondo el sentido de la acción social y política, en general, y las condiciones en las que ellos están llamados a ejercerlas.
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