La economía internacional vivió el año pasado tiempos difíciles, agravados tras los ataques terroristas del 11 septiembre, lo que restó notoriedad a otros acontecimientos trascendentales (entre ellos, la entrada de China en la OMC). La Reserva Federal inició pronto una política acusadamente anticíclica, fiel al activismo monetario del Maestro Greenspan. Los superávit presupuestarios de la era Clinton, base de la generosa reducción del IRPF aprobada en julio, se esfumaron. Japón ha ahondado su crisis económica y la Unión Europea no logró sustraerse a ese clima global de desaceleración. La crisis argentina ilustró la vulnerabilidad de los tipos de cambio fijos. Y al final del año el FMI lanzó el debate sobre un mecanismo internacional que regule júrídicamente la quiebra de los Estados soberanos
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