El agua reviste una importancia capital en las regiones áridas y semiáridas, donde ha constituido -y hasta cierto punto sigue constituyendo- uno de los factores limitantes del desarrollo en general y de la agricultura intensiva en particular. Tal es el caso de los distintos países y regiones ubicados en la cuenca mediterránea, en cuya parte occidental se ubica el universo espacial de este trabajo y cuya climatología representa el principal elemento de identidad física del mismo. Los rasgos de base son muy similares por doquier. A saber, la elevación de las temperaturas medias anuales (en torno a los 17º), la importancia de la insolación (125-60 días de promedio) y la fuerte evapotranspiración pero, sobre todo, el bajo nivel e irregularidad intraanual de las precipitaciones (entre 220 y 600 milímetros), que brillan por su ausencia cuando son más necesarias para la vegetación, es decir, durante el largo y cálido verano. A esta irregularidad estacional se suma otra interanual no menos importante, siendo la sucesión de periodos de años “buenos” y “malos” un fenómeno tan extendido que los ciclos de sequía y, en ocasiones, las lluvias torrenciales, son considerados como episodios habituales; de ahí que el caudal de los ríos en verano pueda reducirse a un 20% del existente en invierno. Nos encontramos, pues, en unos territorios donde la hidráulica es una técnica de la escasez.
© 2001-2024 Fundación Dialnet · Todos los derechos reservados