Los cereales, el vino y el aceite de oliva forman la trilogía mediterránea. Este artículo se ocupa del último de los tres productos mencionados. En concreto, analiza las principales transformaciones que han experimentado la demanda, la producción y el comercio de aceite de oliva entre mediados del siglo XIX y la Segunda Guerra Mundial. Además, insiste en dos fenómenos que, en cierto modo, constituyen la cara y la cruz de una misma moneda. El primero es el aumento de la competencia que se observa en el sector desde finales del siglo XIX, la cual debe relacionarse tanto con la llegada de «nuevos» productos oleaginosos como con el auge exportador de países que hasta entonces habían mantenido un nivel de ventas al exterior relativamente modesto. El segundo es la creciente especialización entre los diversos países exportadores como respuesta a dicho aumento de la competencia, un fenómeno que perdurará hasta nuestros días.
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