Estamos acostumbrados a oir que todo lo que nace acaba pereciendo y que lo que sube acaba bajando, expresiones todas acogibles a la Segunda Ley de la Termodinámica sobre la inexorable probabilidad de incremento del desorden, de la disolución en la homogeneidad, hacia la irreversible máxima entropía, en suma; ley universal que incluso rige el propio desarrollo cosmológico del entero universo. El nacer, crecer, subir y desarrollar implican siempre procesos en los que se capta materia, energía (e información), son procesos neg-entrópicos, que roban la materia-energía de algún otro susbsistema, el cual, en la escala que sea, está perdiendo idéntica cantidad, si bien manteniendo entre ambos una suma cero de materia-energía (principio de conservación de la Primera Ley de la Termodinámica). Pero esto no implica que si la energía exterior suministrada/robada es ilimitada, el subsistema en cuestión pueda seguir creciendo indefinidamente a costa del donante. Sólo es intrínsecamente imposible y termodinámicamente improbable que ese susbsistema pueda crecer sin fin, cuando la materia-energía suministrable es también finita, limitada, incluso francamente escasa ( cfr. Atkins, 1984).
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