El artículo parte de la consideración de que la Ciencia Política no ha resuelto satístactoríamente la cuestión de la medición de la desproporcionalídad. A partir de tal impresión, se pasa revista a las diferentes alternativas presentadas, se defiende la pertinencia del índice más sencillo e intuitivo de todos y se crítica cierto abuso vacío y contraproducente de las ciencias matemáticas.
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